FES lanza investigación sobre lectoescritura

15 diciembre, 2021

“Una sociedad no puede aspirar al desarrollo humano equitativo e integral si nuestros niños no están universalmente aprendiendo a leer. Que todos los salvadoreños sepan leer debería ser el objetivo no solo del sistema educativo, sino de la sociedad como un todo”, aseveró Carolina Rovira, coordinadora académica de la FES y decana de Economía y Negocios de la ESEN.

La Fundación para la Educación Superior (FES) presentó su sexto cuaderno de investigación llamado ¿Y si no aprendo a leer? Un análisis del desempeño en lectura de la niñez salvadoreña y la desigualdad. El estudio explora los vínculos entre el desempeño de la niñez salvadoreña en la lectura y sus realidades socioeconómicas a partir de la noción de capital cultural de las familias.

El capital cultural incluye las habilidades, los conocimientos, las prácticas y los hábitos que la persona ha absorbido a lo largo de su vida y que guían su comportamiento, transmitido principalmente en el hogar. En relación con la lectoescritura, se materializa en la importancia que la familia le da a la educación, el acompañamiento familiar a los procesos educativos, la asignación de horarios y estructura, o el tiempo y recursos dedicados a la lectura, por mencionar algunos ejemplos.

El sexto cuaderno FES utiliza datos de la encuesta EGRA (2018) para relacionar el desempeño en la lectura con el capital cultural. Este último se aproximó en el análisis con la educación de los padres, la práctica de la lectura en el hogar y la existencia de libros en casa. El índice de capital cultural aumenta en la medida que más de estos elementos existan.

El punto de partida del análisis es que, en promedio, los estudiantes no dominan la lectura a la edad esperada. Según la encuesta, en promedio los estudiantes leen 51 y 75 palabras correctamente por minuto, en segundo y tercer grado respectivamente. Sin embargo, el estándar definido por los indicadores dinámicos de éxito en la lectura (IDEL) indica que los estudiantes deberían alcanzar un nivel de 60 y 85 palabras leídas por minuto, respectivamente.

Los resultados del estudio muestran que estadísticamente menor capital cultural se asocia con un desempeño lector más deficiente. Los estudiantes de segundo grado de hogares con mayores niveles de capital cultural leen 10 o más palabras por minuto adicionales que aquellos que poseen menores niveles de capital cultural. En tercer grado, las brechas se reducen, pero se mantienen a favor de los estudiantes con mayor capital cultural.

Por otro lado, según el estudio, el 80 % estudiantes de segundo grado con bajo capital cultural se encuentran en riesgo de fracaso escolar, y alguno en el peor escenario llega a la deserción escolar; mientras solo el 42 % de aquellos con alto capital cultural está en riesgo.

La investigación cualitativa evidencia el papel central que la familia desempeña en la dotación de capital cultural a los niños y las niñas. En particular, las mujeres suelen ser las principales responsables de la formación educativa en el hogar; en los hogares vulnerables, la responsabilidad de acompañar la educación rivaliza con otras tareas, como las domésticas, laborales, afectivas, de cuidado, entre otras. El acompañamiento está condicionado, naturalmente, por el nivel educativo de las madres. Las madres más educadas pueden apoyar más el proceso de aprendizaje de sus hijos e hijas, lo que implica que suelen adquirir material adicional de lectura y didáctico, practican la lectura con ellos, estructuran el tiempo de las actividades diarias incluyendo las académicas, mantienen comunicación activa con los docentes, y hasta costean refuerzos académicos.

Consecuentemente, los bajos niveles de lectura suponen un problema estructural educativo, pero que apunta a que la familia aporta e influye en el nivel de logro educativo, así como también el docente que enseña a los estudiantes.

Una de las principales conclusiones que se desprenden de los hallazgos es que las escuelas deben ser espacios que compensen la falta de recursos de los hogares, incluyendo el capital cultural, y los docentes deben contar con una formación inicial y continua que les permita reconocer y enfrentar, con estrategias inclusivas, los diferentes bagajes culturales del estudiantado. Por ello, las escuelas deben estar equipadas con materiales, libros y recursos que permitan una adecuada implementación y asimilación del currículo, incluso para los niños y las niñas de familias vulnerables que carecen de recursos educativos en casa.

Para descargar el sexto cuaderno de la FES haga clic aquí.